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Boletín #12

¿QUÉ HACE UN BARCO EN UN DESIERTO?

¿Cómo era posible sepultar un marinero en tierra, si este, pertenecía al mar? Se preguntaba así el poeta chileno Pablo Neruda. Igual de absurdo resulta el anclaje de un barco en el desierto.

Este es el caso del Mar de Aral: Ubicado en Asia Central en la Antigua Unión Soviética (URSS) era un lago o mar interior, uno de los cuatro lagos más grandes del mundo con una superficie de 68.000 kilómetros cuadrados. Hoy con solo menos del 10% de su tamaño, es un hecho calificado como uno de los mayores desastres ecológicos ocurridos en la historia reciente.

A principios de los años 60 del siglo pasado, el gobierno de Moscú tuvo la brillante idea de llevar parte de las aguas de los ríos que alimentaban al Mar de Aral a través un canal de 500 kilómetros, hasta una gran cuenca donde se encuentran los campos de algodón, para aumentar la producción y no importar algodón. El plan es un “éxito” y en dos décadas la producción se multiplica pero de igual modo se duplica la población de la zona.

A nadie se le ocurrió calcular la cantidad de agua que el Mar de Aral necesitaba recibir para seguir vivo que, sin muchos cálculos, era el 100% de la que recibía de los ríos. En otras palabras, la cantidad de agua que se evaporaba anualmente en el mar era la misma que recibía de los ríos. Con el tercio de agua sustraída para abastecer el regadío de los campos de algodón, el Mar de Aral comienza su rápida y acelerada agonía, que entró en un punto de no retorno.

La salinidad, que era de 1 gramo por litro en la década de los 50, llega ahora a 100 gramos por litro, su nivel ha disminuido 25 metros. De todas las especies que habitaban el lago tan sólo quedan un par en algunos puntos concretos. El nivel freático ha descendido a más de 50 metros de profundidad y los pozos para el riego han quedado inservibles. Seis millones de hectáreas de tierras agrícolas han sido destruidas por la salinización y desertificación. Donde antes había un mar vivo ahora descansan, sobre su lecho blanco y yermo, centenares de barcos viejos y oxidados como un monumento a la estupidez humana.

Pero nosotros ¿qué hemos hecho con nuestra Laguna? Orgullosos hemos gritado que “Hemos vencido al desierto”. Visión productivista que al igual que en el Mar de Aral fue preferida frente a una visión conservacionista. Visión cortoplacista orientada por la máxima ganancia, sin pensar en los costos y consecuencias presentes y futuras.

Aquí tuvimos nuestro “Mar de Aral” y lo estamos convirtiendo en un páramo en donde unas cuantas familias de lecheros se benefician de nuestro desastre medioambiental. 

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